-¡Viene alguien!
-No me importa.
Se puso en pie, se levantó la falda, me tomó la verga con la mano derecha y con la izquierda se sostuvo de mi hombro, se la colocó en la hendidura, estaba por dejarse caer cuando me moví, le dije - No, aún no. Será cuando yo lo diga. - Dámela- me pidió, - por favor, ¿si?. Me acomodé una vez mas a su disposición, se frotó el clítoris con mi glande, se mordió los labios, ahogó el gritito, se dispuso a ensartarse, pero me moví de nuevo,- le recordé- Será cuando yo lo diga, ¿entiendes?- entonces la tomé del cabello, la acerqué a mi, tenía la boca abierta, la mordí, esta vez no dejé escapar nada de su aliento, ni de su voz cuando le dejé ir mi verga hasta el fondo, ella tembló, mas no pudo gritar, la tenía presa, comenzó a menear la cadera, escurría tanto que había mojado hasta mis pantalones, y se restregaba de forma animal, con desesperación, en menos de un minuto tuvo el primer orgasmo, los sexos chancualeaban, ella continuó sin detenerse, cuando estaba por gritar me besaba, me mordía, me sangró el labio inferior, se sangró el suyo. Me levanté con ella encima de mi, pasé mis brazos por debajo de sus piernas, y la mecí con vehemencia, los sexos chocaban, y en cada choque los jugos escurrían. La bajé, la recosté boca bajo sobre los ladrillos, le separé las nalgas, le mamé el culo, y me dispuse a encajársela, -¡No!, por ahí no- me dijo temerosa, -por ahí no-, pero no la oí, acomodé mi cuerpo sobre ella, montado así ella alcanzó a arrastrarse, se jaló con sus manos- ¡No!- me repitió cuando estaba entrando en el orificio estrecho, estaba tan mojado a causa de los jugos compartidos que no necesitó saliva, se lo metí de un tajo, hasta el fondo, acomodé mis manos por delante de sus hombros para impedirle que se arrastrase mas, y me mordió, tan fuerte que aún conservo la cicatriz, no me soltó la carne, se le escurrieron unas lágrimas, y estaba por abandonar la acción cuando sentí que comenzó a levantar el culo, en cada movimiento levantaba mas el culo, y mi verga entraba mas, hasta golpear mis huevos en la mojada vulva, no me mordió mas, y sólo repetía - desgraciado, desgraciado, dame leche, dame leche,...
Ella sabía que en realidad no la amaba, así como yo sabía que siempre fue ella, nunca hubo tal amiga. Lo sabiamos, lo supimos desde antes del primer beso, y del último al despedirnos con la promesa de buscarnos algún día, en ese mismo callejón, hoy... pasé por ahí, ya no hay obras negras, ni oscuridad en las calles, ni piedras, ni soledad, y las estrellas no se miran tanto como aquella noche.